licencia creative commons

miércoles, 20 de noviembre de 2013

5. BELISANA: CONTACTOS


Por alguna extraña razón, y aunque fuimos dejando varios teléfonos en unos sitios y otros, todos los bolos nos llegaban por medio de Javi, contactaban con él de los lugares más diversos, garitos de aquí y de allá, centros culturales, fiestas privadas, bodas (sí, también bodas), fiestas rurales… Fueran los que fueran quienes demandaran nuestros servicios, incluso nuestros pretendidos “managers” fantasmas (a los que nunca vimos en persona), lo hacían, inexcusablemente, por el teléfono de Javi, convirtiéndose así en una especie de Medium que nos ponía en contacto con los espíritus de la variopinta clientela. Él, Javi, luego nos informaba en el ensayo, a su manera, sobre la naturaleza del próximo evento; generalmente soltaba datos dispersos, con cuentagotas, durante varios días y, lo mejor: nadie parecía muy interesado en los detalles. Así las cosas, merced a la buena fe de Javi, a su modestia, a su inmarcesible confianza en las fuerzas cósmicas y a alguna pequeña dosis de despiste general, sufrimos algunos contratiempos que, para cualquier otro grupo de humanos, hubieran supuesto una buena dosis de estrés:

Recuerdo que, en una ocasión, desde Octubre venía el bueno de Javi avisando, difusamente, sobre un concierto que había contratado en un local de Ávila para mediados de Noviembre. La cosa quedó así “en Ávila, en noviembre”, hasta que la semana anterior se concretó el día (el día 15) y la hora (debíamos estar hacia las ocho de la tarde). Bien, la tarde en cuestión quedamos para embarcar hacia las seis en Francisco Silvela y, la verdad, sin grandes contratiempos, conseguimos meter todo en el coche y a nosotros mismos hacia las seis y veinte (un éxito sin precedentes). Todo iba mejor que bien, reinaba el buen rollo habitual, bromitas por aquí, comentarios jocosos por allá, chascarrillos interestelares de Juanjo, apostillas de Mario, Tancredo pasando de todo con la cabeza hacia atrás ya medio dormido y el primer sonido inaugural del vapor liberado en la lata de cerveza de Javi… Tomé por la autopista para llegar cuanto antes mientras la juerga iba subiendo peldaños amenizada por el periódico sonido de apertura de latas y las intempestivas ráfagas de viento que anunciaban la desaparición por la ventanilla de la anterior (muy mal, logramos cortarlo a tiempo con dificultades). Así las cosas íbamos llegando al peaje de Villacastín, ya cerca de Ávila, cuando, entre risas, creí entender a Javi, “el caso es que no es en el mismo Ávila”, “¿cómo?”, se lo hice repetir, “que es en un pueblo, no estará lejos”. La Adrada, era el pueblo, y no, no quedaba precisamente cerca de Ávila, de hecho no había que ir por aquella carretera ni mucho menos. Confieso que me puse nervioso, aún estaba poco baqueteado en Belisana y no terminaba de entender el cachondeo padre que se montó cuando desvelé que no íbamos ni medio bien. En fin, decidimos seguir adelante, atravesar la provincia por la peor parte, no quedaba otra, ya no íbamos a llegar a la hora. Al pasar por Ávila Juanjo sugirió hacer una paradita para tomar algo, pensé que iba de coña, pero al resto no le pareció del todo mal. Comenzó a nevar, no tomé en cuenta lo de la parada en absoluto y mejor así, cruzamos la paramera tras una máquina quitanieve sin que decayera el ánimo un momento, a mí también me daba ya igual. Arribamos al local a las 11h 15m de la noche. El concierto estuvo bien, nos hicimos con los que quedaban por allí, comimos unos bocatas y nos bebimos unas pintas. A la vuelta, hacia las tres de la madrugada, nos paró la guardia civil en un pueblecito justo al lado. Me hicieron soplar y lo vi perdido, la verdad, pero, milagrosamente, el buen hombre nos mandó seguir cuando me disponía a suplicar. Javi siempre sostuvo que me habían perdonado, que él había llegado a ver alguna luz roja en el aparato, o por lo menos naranja, pero a esas alturas era fácil ver luces de colores en cualquier parte.

Otra más, de muestra, y sé que esto muchos no lo van a creer, pero me da igual. Esta vez debíamos tocar en Alcorcón, en una taberna irlandesa, sólo recuerdo que era sábado y que ya estábamos todos metidos en el Demio con el equipo y los instrumentos para salir ¿hacia dónde? Javi no recordaba el nombre del local, tampoco la dirección y no tenía el teléfono del encargado. Bloqueo total, risas; sí recordaba que la dichosa taberna se encontraba en un centro comercial, “no debe de haber tantos en Alcorcón”. Había siete, cachondeo general sin salir del coche. En fin, no nos decidíamos a arrancar cuando sonó el teléfono de Juanjo, que de repente pidió silencio, era su prima, estaba por casualidad tomando algo en una taberna irlandesa de Alcorcón y nos había visto anunciados allí para aquella misma noche… Así pudimos llegar.
THE CHICAGO JIG
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario