Muchos
de los compositores del Romanticismo sufrieron condiciones claramente adversas
a lo largo de su carrera; acuciados por las deudas, criticados, incomprendidos
por sus contemporáneos, llevaron una vida tumultuosa consecuencia de su
carácter arrebatado que, en no pocos casos, les deparó un dramático final.
Félix Mendelsshon no fue, ni mucho menos, uno de estos desgraciados greñudos.
Tuvo una vida corta (1809-1847) pero era rico, guapo, buen mozo y su talento
como compositor e intérprete (pianista, organista, violinista) fue ampliamente
reconocido. Destacó desde niño y, gracias a sus maestros (sobre todo a Zelter)
pudo conocer en profundidad la música de J. S. BACH (que había caído
completamente en el olvido en aquella época) y la de otros insignes
compositores del XVIII. Eso, afortunadamente para todos nosotros, le llevó más
tarde a reponer la música de Bach y Haendel e incluso de autores aún más
antiguos como Palestrina o Lassus, logrando que su música fuese justamente
apreciada.
La obra de Mendelsshohn está pues
impregnada de las mejores influencias mezcladas con una asombrosa capacidad
natural, una sensibilidad extrema y un talento excepcional para la melodía.
Muestra la claridad en la estructura de Mozart o Haydn, el contrapunto y la
profundidad de Bach y una moderada dosis de innovación romántica, sujetando un
poco las riendas de este movimiento que corría el riesgo de quedarse vacío a
base de despreciar la tradición. La Sinfonía "Italiana" respeta, en
consecuencia, la forma de la sinfonía clásica con sus cuatro movimientos,
incluso el tercero es un "minueto" (movimiento que había sido
sustituido desde el primer romanticismo por el "scherzo"), fue
compuesta durante un viaje a Italia del compositor entre 1830 y 1832, aunque la
terminó en Berlín al año siguiente. Sus movimientos son:
I. ALLEGRO VIVACE (10' 26'')
Presenta con alguna modificación el
esquema de los primeros movimientos de las sinfonías clásicas, lo que se llama
la forma sonata (consta de tres partes, "exposición",
"desarrollo" y "reexposición") en la que se resuelve el
contraste armónico entre dos temas melódicos distintos (el primero en la
mayor y el segundo en la tonalidad de la dominante, mi mayor) que apareciendo
en la exposición volverán a repetirse en la reexposición pero, en este último
caso, lo harán los dos en la tonalidad principal (la mayor).
El primer tema arranca con juvenil
impaciencia sin ninguna introducción, es una estupenda melodía llena de
vitalidad que interpretan los violines casi escapando del acompañamiento que
lleva a cabo el viento. Después de una transición conjunta de cuerda y viento
se llega al segundo tema, el viento madera recuerda el tema anterior. Tras las
repeticiones, aparece en el desarrollo una melodía tratada en forma de fuga que
se repetirá al final, después de la reexposición de los dos primeros temas.
II. ANDANTE CON MOTO (6' 57'')
También respetando la tradición, el
segundo movimiento es lento (solía ser andante o adagio). Tiene éste un
carácter procesional, sosegado, en el que cobran protagonismo los oboes,
fagotes y violas en un principio. Una segunda melodía es iniciada por los
clarinetes y se cierra el movimiento con el recuerdo del tema inicial.
III. CON MOTO MODERATO (6' 42'')
Como ya hemos apuntado, este
movimiento es un minueto, es decir, una danza lenta, con ritmo ternario,
muy popular durante el Barroco que se incorporó durante el periodo siguiente
(Clasicismo) a las sinfonías como tercer movimiento. Suele constar de tres
partes, la última es una repetición de la primera, y la parte central se llama trío
(porque antiguamente era interpretada por tres instrumentos). En esta sinfonía
"Italiana" también pueden apreciarse las tres partes citadas,
destacando en el trío el papel de trompas y fagotes y, teniendo en
cuenta que la tercera parte no es repetición exacta de la primera. En general,
el ritmo no es mecánico ni marcado como en un minueto clásico, pero se reconoce
bastante bien. La melodía es profunda y elegante.
IV. SALTARELLO (PRESTO) (5' 36'')
Mendelssohn utiliza aquí una danza
típicamente italiana (muy popular ya en el Renacimiento donde se interpretaba
tras otra danza más lenta, el passamezzo) que justifica el sobrenombre
de la sinfonía, si estamos atentos al ritmo no nos será difícil deducir por qué
se llama saltarello. Consta de una primera melodía a cargo de las
flautas, una segunda interpretada por los violines y puede reconocerse una
tercera parecida a una tarantela.
En definitiva, la sinfonía Italiana
logra conciliar el Clasicismo (representado en la estructura y ciertas
armonías) y el Romanticismo (patente en las estupendas melodías y la brillante
orquestación).
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